La piel queda expuesta junto con tu recuerdo
palpita serena en la memoria, con un pálpito cenital
en las entrañas, un parpadeo de fuego o escama, que se
instala de lleno en el silencio, se revuelca con la
sombra o cadena y rebusca tus ojos en las orillas
perdidas del ayer.
Y fue precisamente en tus ojos que me interné por
entero, descubrí el follaje de tus pestañas de aluminio
y relámpago, me aventuré y moré en ellos, sujeto de
una mirada que tenía propia, y me envolvía
nocturno para yacer en ella, como si un mar hecho
cielo me mirara.
Pero ahora que el recuerdo se hizo piedra que respira,
que las palabras se expanden y crepitan junto al
fuego, puedo evocar tu longitud de mujer: una mujer
descalza y desnuda, que me embestía con besos de
niebla y carmín. Me percibo tantas veces anegado en
su humedad de mujer.
La piel se manifiesta de frente al recuerdo. Un latido la mira...
(Autor: Patricio Sarmiento Reynoso)