domingo, 26 de agosto de 2012

DEEP INTO THE WILD...

Para mis hermanos Haida, Nootka, Canucks y de todas las Primeras Naciones, que presenciaron mi vuelta a la vida;  y en especial para ti Nootka, espíritu de Águila, esperando en mi eterna distancia que con esta imagen de Altaîr surcando los cielos del Yukón, tengas los elementos necesarios para completar e interpretar el sueño que narraste, porque al final, esta es una historia especial:


EL ALMA


EL CUERPO

Ahora caen pequeñas briznas de nieve sobre mi cuerpo, contrastando con mi tristeza y mi nostalgia, sólo quedan vagos recuerdos...y miro la verde campiña, húmeda de rocío, recordándome en el aroma del viento lo que alguna vez fui y en lo que posteriormente me convertí...un haz luminoso cae sobre mi haciendo brillantes mis añejas heridas en el hombro y en la espalda...Sólo, de pie frente a un acantilado, que nada tiene que ver con esos lugares donde verdaderamente viví y, por un instante supe que ahora el espíritu de Altaïr ya es parte de mi...en la búsqueda de un hombre que no existe.
Porque tú Altaïr, desde las cumbres borrascosas del Viento del Norte comprendes este mensaje, pues desde siempre fuiste parte de él, aunque hoy no estás más aquí, sigues alentando con tu recuerdo toda esta fuerza que fluye en mí interior pese a que sigues surcando aquellas cumbres, siendo tú la chispa que me estimuló a escribir este viejo relato que un día ocurrió...
Durante un periodo de descanso viajé al norte de la provincia donde habitaba, la Columbia Británica, para conocer el Yukón, y tomar una ruta muy conocida en ese rumbo llamada Inside Passage la cual conduce hasta la frontera norte con Alaska;  deseaba más que nada conocer los bosques, la fauna y, en general las demás atracciones que la naturaleza ofrece en esa región. Viajábamos cuatro canadienses, dos rusos, un alemán, un húngaro y yo, así como doce indígenas de las llamadas First Nations que serían nuestros guías y rastreadores porque, también teníamos permiso de las autoridades para cazar un cierto número de animales; acampamos quince días en la montaña en una zona cercana a un lugar llamado Skeena Valley, un lugar bellísimo y enigmático que cambiaría dramáticamente el sentido de mi vida, ya que además del contacto con la energía del cosmos, con elementos espirituales muy fuertes que me hicieron comprender, sin palabras, el misterio del universo y que alguna vez poco a poco iré compartiendo. Bueno, pues como decía, íbamos en un contingente relativamente numeroso, pero sin duda el integrante del grupo más inquieto e incómodo era yo pues una vez que llegamos al paraje donde nos esperaba la cabaña donde nos hospedaríamos, mis compañeros de viaje una vez instalados, sólo querían ocasionalmente ir de pesca por periodos muy prolongados, navegar en canoa en lugares sumamente pegados a la orilla del río Skeena (no los culpo, es muy caudaloso) y sacar algunas fotografías; evitaban salir de la zona de “confort” y seguridad que brindaba nuestra cabaña. Mientras tanto una fuerte energía bullía fuertemente en mi corazón, yo anhelaba adentrarme en el bosque, buscar algo…un fuerte llamado me atraía… hasta que una ocasión el jefe de los rastreadores, un hombre mayor llamado Tzeriak –Trueno- me dijo que si quería hacer eso primero tendría que servirles a ellos y estar dispuesto a hacer cualquier cosa que ellos me pidieran, cosa que mis amigos consideraron poco apropiada, porque a su parecer los indígenas tendrían que hacer lo que nosotros les pidiéramos porque para eso les estábamos pagando, además de que evidentemente se trataba de una actividad muy arriesgada para alguien como yo que no conocía el lugar ni sus peligros, sin embargo ellos dijeron que su tarea solamente era conducir al grupo, cargar equipo y mostrarnos los lugares dónde poder cazar y nada más. Yo acepté porque realmente mis tareas solamente consistían en acarrear agua para ellos, limpiar sus tiendas (ellos no querían pernoctar dentro de la cabaña) y, en las mañanas, mejor dicho, en la madrugada (creo que serían como las 4 o 5 A.M. porque nunca me permitieron llevar reloj ni nada que tuviera que ver con mi origen “civilizado”) cargar sus arreos de cacería. Debo decir que fue algo cautivador pero extenuante, me enseñaron muchas cosas que también algún día espero escribir, aunque ahora debo reconocer que ellos realmente me estaban preparando para algo que yo nunca me imaginé. Una noche, inesperadamente me llamaron para que saliera de la cabaña, me urgieron, no me dieron tiempo ni de vestirme, sólo llevaba unos botines de montaña impermeables, un pantalón impermeable térmico, un pulóver sencillo y mi chaqueta de camuflaje, cosa que mis camaradas reprobaron y hasta me advirtieron que esa era casi una sentencia de muerte por aquello de sufrir hipotermia, cosa que me valió severas críticas y, en cierto sentido la admiración de los indígenas, porque al menos ellos llevaban sus pieles encima y yo nada parecido (más adelante comentaré cómo logré sacar la foto del águila sobrevolando el gran tótem milenario). Caminamos largos senderos de ensueño, en una ruta llena de árboles milenarios, piedras musgosas, hojarasca y una vegetación que en mi vida pensé que existiera, senderos cuesta arriba y de bajada, escuché aullar los lobos en la noche tan cerca, pude verlos y hasta cruzar sus miradas con la mía… pude sentir eso que en este mismo momento me está haciendo temblar… acampamos, encendimos una fogata y salieron todos a cazar excepto yo, que me quedé cuidando las cosas. A su regreso traían un animal muerto, no sé que era, quizás algo parecido a un jabalí, me pidieron que lo desollara y me dieron un cuchillo, pero no uno convencional, sino uno rústico pero muy efectivo; para ser sincero nunca había hecho eso pero en ese instante fue como si yo supiese exactamente como se debería hacer, cuando “terminé” ellos concluyeron con lo demás y hacían comentarios entre ellos, en su dialecto, aunque algo me decía que se referían a mí. Esa noche me dejaron acercarme a su reunión y me compartieron de una bebida que me emborrachó o no sé qué rayos me ocasionó porque me sentí “denso” muy mareado y ellos sólo se reían de mí, cosa que me preocupó y me hizo recordar las advertencias de mis compañeros “civilizados”, cuando de repente sin siquiera avisarme, el líder de los rastreadores se abalanzó sobre mí y simuló atacarme… yo solamente sé que intenté defenderme de forma vacilante… es difícil explicar pero tomé el mismo cuchillo con que desollé el animal y yo sí lo ataque de verdad… los demás me sujetaron y rieron a carcajadas hablando cosas ininteligibles para mí, me calmaron y me dieron a inhalar (no sé si lo fumé) de una especie de pipa, me cargaron y creo que me llevaron a dormir.
Al día siguiente, mejor dicho la madrugada siguiente me levantaron (yo me sentía molido) y me pusieron a cargar nuevamente, después de un periodo creo que prolongado, en la mañana desayunamos algo así como una pasta rara o especie de pan con pescado, ahí mismo durante nuestro “desayuno” se integraron otros 3 indígenas de una tribu que se llama Haida comentando “alarmados” (según supe después) porque en un risco donde ellos veneraban un tótem milenario llevaban días sobrevolándolo 3 águilas blancas y no se despegaban de ahí;


también según supe después ellos lo relacionaron directamente con mi presencia y lo interpretaron como una señal. Para ellos fue de gran alegría, luego me dirían que simbolizaba un excelente presagio y desde ese día me llamaron HERMANO. Yo les preguntaba qué para cuándo iríamos a volver a la cabaña, pues seguramente mis amigos para esas horas ya estarían más que preocupados por mi cosa que solamente les ocasionó mucha risa, después de caer la tarde mis nuevos hermanos intercambiaron los restos del animal muerto por pescado e iniciamos un nuevo recorrido, sólo que ahora solamente me dejaron llevar una lanza muy grande… yo no lo sabía pero íbamos en camino del risco que tu soñaste; cuando estuvimos ahí volvimos a acampar y comimos pescado y me volvieron a dar la multicitada bebida naranja con grumos rojos, yo al principio la rechacé y pedí algo del agua que habíamos colectado en unas botas de piel durante la mañana… ellos sólo sonrieron excepto el anciano quien me dijo que estuviera tranquilo que esta vez sería distinto (atención: le entendí todo lo que me dijo en su dialecto que yo nunca aprendí, sólo lo supe…!!!!) aunque ya era de noche sobre la imagen tallada del tótem aparecieron las águilas y créanme, lo digo llorando en este momento, ellos comenzaron a entonar unos cánticos que a mí me erizaron la piel de emoción, saltaban de una forma extraña y parecía que danzaban y de la hoguera el humo se hacía más gris e intenso… yo sólo me volví a sentir mareado como la primera vez,,, sin embargo escuchaba y observaba a las águilas de una forma tan vívida e intensa que creo que quedó grabada con fuego dentro de mí. No omito decir que para estos momentos mi aspecto era deplorable, lleno de sudor, lodo, tierra, sin afeitar el rostro… un desastre… creo que me quedé dormido en una especie de trance, con la única diferencia que cuando desperté ya era muy tarde y estaba sólo en una tienda (tipee) me despertó un olor muy sabroso, el guisado estaba en un tipo de alambre a las brasas y al parecer era una especie de venado pequeño que también habían intercambiado con otros Haida de la zona, cuando quise tomar un trozo de carne me detuvieron y en una vasija de madera me dieron un potaje muy sabroso con carne y más de aquella pasta que ya señalé líneas atrás, creo que repetí el plato 3 veces y luego me pidieron que me fuera otra vez a descansar porque según Yanaek (otro de los guías) iba a necesitar de todas mis fuerzas para volver a la cabaña, la cual para entonces sí que estaba lejos de ahí. Antes de levantar el campamento y partir Tzeniak – Trueno- me dijo que sólo “ayudaría” con una lanza, que podría elegir la que yo deseara ¿? e inmediatamente elegí la misma que antes ya me habían dado, lo cual asintió con una sonrisa y, cosa rara, me abrazó muy fuerte, lo cual interpreté como una despedida, dado que íbamos ya de regreso a la cabaña y seguramente esa sería mi última noche con ellos… caminamos largamente hasta entrada la noche, caminamos por veredas y parajes que nunca otros ojos humanos habrán de ver bajo la luz de la luna, cubiertos bajo un manto extraño y mágico, era de noche pero la luz no era plateada, si pudiera describirla te diría que era turquesa oscuro, tornasolada….


Mi corazón latía desesperadamente, tenía un desasosiego inusual en mí… no lo sé… ellos de vez en vez volteaban a verme, yo creía que pensaban que ya me había cansado, porque el trayecto si bien era cautivador, también constituía un desafío a la condición física de las personas, ya que involucraba como ya te lo decía caminos altos en subida, pequeñas salientes resbaladizas y también bajadas muy pronunciadas…. Hasta que llegamos a un paraje que… tuve mucho miedo, sentí haber estado ahí mismo hace 20 años, tal vez mil… no lo sé… ellos comenzaron a hablar agitadamente, parecían discutir acaloradamente entre sí y yo no comprendía, desde luego nada de ello, salvo que lo relacioné con que tal vez irían a tener problemas con mis camaradas por habernos ausentado todo ese tiempo siendo que eran personadas contratadas para llevar a cabo un trabajo determinado…hasta que rápidamente comenzamos a desempacar y a encender una fogata…algo no me gustaba porque, desde que los conocí hasta aquél momento los noté vacilantes…quizá temerosos... indecisos… excepto Tzeniak pues yo me percataba que de reojo trataba de observar mis reacciones. Después de algunos minutos todos ellos se descubrieron el torso, enmudecieron mientras “Trueno” comenzaba a entonar un cántico, lo cual era algo sumamente extraño, pero entre aquel mar de confusión alcancé a escuchar no sé si en inglés o en algún otro idioma ¿? Las palabras ‘perdón’ y ‘gracias’ lo cual me llenó de cierta inquietud; apenas pude darme cuenta, Yanaek, Lluvia y Castor que eran los hermanos que ya conocía más ya tenían su rostro y el torso completamente pintado artísticamente de colores ¿? Todos ya habían envuelto sus cabellos en trenzas tomaron sus lanzas y sus cuchillos, me voltearon a ver ferozmente y dándose la vuelta me dejaron sólo semidesnudo en mitad de la noche sin saber qué hacer o cómo reaccionar mientras el anciano sólo seguía cantando pero en una especie de trance que a mí me erizó la piel, después de un rato, no sé decirte si serían veinte o treinta minutos se escuchaban a lo lejos muchos gritos, aullidos y alaridos muy profundos… creo que ahí cambiaron las cosas en mi vida en cierta manera porque sin darme cuenta simplemente observé como Tzeniak de la ceniza de la fogata, casi encendida la tomaba entre sus dedos, le escupía (todo siempre con los ojos completamente cerrados) y comenzaba a frotarla en mi pecho y en mi rostro y luego simplemente se dio la media vuelta, mientras a lo lejos se escuchaban los gritos más intensos. En ese momento fue como si todo estuviera muy claro para mi, tomé la misma lanza de la que ya te había platicado y, como si ya supiera en dónde estaba guardado el cuchillo con el que destacé aquél “jabalí” corrí en medio de la noche, hubo momentos en que mi parte “consciente” me decía que ya estaba extraviado, pero mi corazón me guiaba en esa maraña de vegetación y rocas y árboles, sin embargo algo muy dentro de mi me llevaba directamente a donde estaban mis hermanos, después de mucho correr, casi desfalleciendo, jadeante, me encuentro con un espectáculo que también creo en mi opinión muy pocos seres humanos habrán contemplado: cuatro de mis hermanos yacían en el suelo heridos de sus extremidades y sangrando profusamente, mientras los demás trataban de poner a raya a un enorme oso grizzli……….  Juro que recordar esto me hace pensar que haber vivido ha valido la pena para mi… esto cambió la vida para mi…sentí un fuego enorme en mi interior, sentí ser otra persona que no era yo mismo, sólo puedo decir, que nunca en la vida tuve más coraje y más determinación que en ése momento, y sin saber cómo ni por qué enfrenté al oso, cuando extrañamente, los otros hermanos simplemente se apartaron y me dejaron solo frente a él, mientras solamente se limitaban a fustigarlo por los costados para distraer su atención... fueron momentos verdaderamente tensos, como parte de “algo” que no conozco palabras para describirlo,  debo decirte que lejos de tener miedo al escuchar los sollozos de mis hermanos sentí un gran coraje y más valor… el oso rugiente se irguió más todavía, como si no diera crédito de mi osadía, pareciera que hubo un instante que hasta diría yo que vaciló, como si quisiera retroceder, cosa que solamente hizo para tomar más vuelo para acometer su ataque, podría decir que lo vi en su mirada, cuando, sin pensarlo le disparé la pesada lanza hacia su pecho… el impacto fue tan certero, tan fulminante, pero a la vez tan doloroso en cierta forma que fue algo que todavía no asimilo... el oso no cayó instantáneamente, se revolvía furioso pero a la vez agonizante mientras los demás me instaban a que lo rematara... sabía que estaba agonizante pero todavía así era peligroso y no dejaba de moverse y de agitarse... fue cuando me sobrevino un segundo arranque de esa sensación que no he podido describir y nuevamente sin pensarlo mucho me aproxime hacia la bestia para seguirle empujando más la lanza hasta que casi logré derribarlo y, aunque todavía en el piso seguía mostrando sus últimos estertores de vida daba zarpazos, cuando también, sin considerarlo demasiado tomando mi cuchillo lo hundí en su garganta... no sé si ocurrió como parte de un sueño… si se debió al efecto de la bebida indígena… pero fue como si mi cerebro empezara a desconectarse, me flaqueaban las piernas, las sentía como si se hubieran reblandecido, sólo sé que caí de rodillas y comencé a gritar, a llorar… mientras mis hermanos entonaban un cántico misterioso… yo sentía desvanecerme cuando casi de manera milagrosa escuché el “cántico” de las tres águilas blancas que sobrevolaban el escenario de esta batalla. Cuando logramos llegar al campamento ahí ya estaban los Haida que conocí la primera vez con Tzeniak que seguía cantando, cuando los demás hermanos llegaron traían el cadáver del oso consigo, tirando de él sobre una camilla hecha de gruesas ramas sobre las que yacía inerte… era algo descomunal y hablaban entre ellos y luego vaya… sí,otra vez, la bebida naranja con grumos rojos, sólo que esta vez no la bebí, me la “untaron en la cabeza” mientras todos se “soltaban” sus trenzas y soltaban sus largos cabellos y todos gritaban y aullaban y hacían un círculo alrededor de mi… Tzeniak dijo unas palabras y le llevaron, creo el corazón sangrante del oso y tomándolo entre sus manos con dicho fluido comenzó a pintar mi rostro con líneas similares a las de ellos. Todos ahora me miraban distinto, creo que con mucho respeto, tal vez admiración, pero sobre todo como uno de ellos… nuevamente el sonido de las águilas y en ese momento los Haida comenzaron su ritual y con una garra del oso me arañaron simbólicamente la espalda, el pecho y mi brazo derecho aunque realmente si me sangraron ligeramente, fueron cicatrices que llevé con mucho orgullo mientras estuvieron ahí… yo sólo comencé a llorar, no sé, si de emoción, de alegría, de liberar la tensión largamente contenida pero estaba sollozante… fue como si todas las lágrimas que tenía acumuladas de toda mi vida fueran vertidas en ese lugar…no podía parar salvo que hubo un instante que también, del mismo modo fue simbólico para mí cuando Tzeniak habló y les dijo a todos, (nunca comprendí como pude saber exactamente lo que el expresaba): “ ¿ Saben ahora por qué un guerrero valiente nunca teme llorar?”...

" ... el anciano tomándome del hombro dijo a los otros: ' la bestia que él venció esta noche no se compara con la que tendrá que enfrentar cuando vuelva a su mundo, al del hombre blanco, oremos..."



No hay comentarios:

Publicar un comentario