domingo, 26 de agosto de 2012

Mi Romance Con Los Libros


Hace tiempo, no sé determinar realmente en qué momento ocurrió, pude percatarme de la extraña relación que he podido encontrar entre el amor que puede uno sentir por una mujer como por un libro.
Bizarra, si, ya lo sé, pero así es mi apreciación. Empero creo que abundan los símiles en esta relación que ahora propongo. Desde mi infancia todavía recuerdo a mi papá cómo a manera de estímulo me incitaba a leer con la promesa de darme a cambio un obsequio o un premio por hacerlo; pobre de mi viejo: mientras él pensaba que para inculcar en mi persona el hábito de la lectura, yo, enamorado a primera vista de los libros, ganaba por partida doble, pues mientras obtenía lo que quería en cosas de niño o adolescente, simultáneamente devoraba, casi con un salvaje frenesí cuanta cosa con letras se me ponía enfrente: libros, revistas, periódicos, monografías, enciclopedias y similares. Creo que hubo momentos que lo llegué a realizar con un cierto dejo de, si me permiten el término por lo poco apropiado, con lascivia y con lujuria literaria, en un desenfreno total por estar leyendo a cada momento, hecho que al tiempo le cobró la factura a mi sentido de la vista al grado de llegar a usar gruesas gafas de las que solamente pude librarme gracias a una cirugía láser en los ojos, pero mi pasión crecía como la de aquél que se apasiona más y más por el amor de una mujer...
Para mi la experiencia comienza desde el contacto visual, cuando rotulas el objeto de tu deseo. Me resulta, a primera vista excitante la portada y la pasta de un libro que versen sobre un tema determinado que llame mi atención, en un primer escarceo amoroso; ojearlo y hojearlo, tocarlo, posar mi vista repentinamente sobre su solapa o la contraportada hurgando una sinopsis que me pueda proporcionar mayores elementos para determinar si continúo o no con mi conquista; si prosigo avanzando en mi aventura...

La obra que ha atrapado mi corazón de ávido lector, merece ser recorrida por mis dedos, en un extraño ritual, igual que con la delicadeza y a la vez el urgente requerimiento de una dama, buscando sus puntos neurálgicos, sensibles al tacto del placer. Una portada rústica, una dura, cada una demanda una especial tratamiento. El olor que desprende cada ejemplar también es otro rubro que, platicando con otros sibaritas de las letras, hermanos como yo de este mismo deleite visual y sensible del cachondeo literario hemos plenamente coincidido. Igual que una chica que desprende fragancias  de ensueño, los libros, estoy convencido, son poseedores de sus propias feromonas sexuales: el olor tan característico de su papel, de sus tintas, te puede transportar a momentos, épocas y lugares en los que nunca has estado pero que seguramente has soñado...como los labios que nunca has besado...
Es caer en un vórtice de mil sensaciones placenteras, de serotoninas espirituales, del alma, recorrer cada palmo de su anatomía, de la extensión de cada una de sus hojas y del brillo o de la opacidad de las mismas, igual una novela, una biografía, una aventura te inserta en ese intenso torbellino de emociones...
  Y sin caer en exageraciones, conforme avanzas en tu relación los vínculos se fortalecen, con el libro puedes llegar a reír, reflexionar, soñar, llorar, enojarte y pasar por todo un espectro de sensaciones que te atan fuertemente como lo puede hacer una mujer. También hay, como en ambos casos, intercambio constante de fluidos: lágrimas, saliva, sudor y hasta café muchos lectores lo hemos derramado en cada ejemplar que hemos poseído, que hemos hecho "nuestro"; el libro en reciprocidad nos deja trazos de celulosa cuando no en muchos casos hasta de la tinta misma que es su propia sangre; se adhieren y se pegan sus hojas amorosas a nuestros fieles dedos...
Con ellos sostenemos una extraña y no menos fascinante relación de intimidad: nos acompañan en la cama, en nuestro estudio; los llevamos a la sala de nuestro hogar y no son pocos quienes los llevan de paseo hasta el baño si es preciso y la urgencia de su presencia así lo requiere; caminan junto a nosotros por la calle bajo el cobijo amoroso de nuestro brazo o de fieles copilotos en el automóvil, a veces discretamente disfrazados de audiolibros, cuando no haciéndolo veladamente encriptados en el secreto profundo de un Ipad con camuflaje en PDF...
Están presentes en cada momento crucial de nuestras vidas, ya sea en la escuela como textos, que, como la niña que va con nosotros por doquier y en la adultez como el compañero inseparable de los versos que deseamos recitar a nuestra amada cuando los recursos de nuestras neuronas se obnubilan por el exceso de testosterona, con la urgente necesidad de abrir frenéticamente cada una de sus pastas y desvirgar rabiosamente el interior de sus capítulos hasta quedar rendidos, a veces dormidos sobre sus hojas dobladas que amorosamente nos abrazan hasta que despertamos con el rostro marcado por los relieves de los textos de sus portadas...
En cada caso, la situación siempre es la misma, pues pasado el furor de nuestra incontinente arremetida, aún terminada su lectura, sabemos que por delante siempre habremos de tener más retos literarios, más desafíos que recorrer con nuestra alma, otros textos que acometer y pulsar con cada latido de nuestro corazón y miles de historias que conocer con nuestra mente en una lluvia incesante del genio del espíritu humano que nos ha proporcionado ése placer tan exquisito como una taza de café colombiano o de chocolate caliente que es la lectura...
Y como requisito indispensable para alimentar nuestro cerebro y nuestro espíritu si realmente es nuestro deseo seguir ascendiendo más alto...!!!




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